miércoles, 19 de enero de 2011

Reconstrucción, reconocimiento y orientaciones ideológicas posmodernas

Parte de los problemas que se plantean los jóvenes líderes políticos (y algunos no tan jóvenes que luego de cierto descreimiento se han dado a la tarea de participar) suponen ofrecer explicaciones nuevas para establecer las referencias comunitarias válidas en su espacio de acción. La política es un juego de explicaciones y liderazgo que promueve rearticulaciones del poder social sobre el individual, organizando estructuras (hechos repetidos y, finalmente, reglas, normas) para fortalecer las nuevas relaciones-poderes.

El espacio comunitario básico: la familia, la vecindad estrecha, los grupos de apoyo de alto reconocimiento mutuo; se contrasta con los líos e interacciones de espacios como la gran ciudad, el país, la comunidad de países, el Mundo...y la política de cada espacio es diferente. El espacio de gestión política básica reúne lo mejor y lo peor que los humanos hacen participando en la rearticulación del poder, con la familiaridad de los reconocimientos y la confianza de los intercambios.

Un tío mío, refiriéndose a los cambios que sufrían sus percepciones al emigrar desde Canarias a Venezuela en los años 40 del siglo pasado, destacaba el hecho de que en ese extraño país todos habían decidido llamarse ciudadanos (no importa si el origen de ese concepto estuviese en la Grecia Antigua o en la mente de un iluminado, lo importante era su frescura y potencia tansformadora) y así las diferencias económicas, culturales y sociales se matizaban de conviviencia directa gracias a esa rearticulación política. Él era extranjero (supongámoslo como una diferencia cultural y política) pero desde el principio estuvo seguro que su vida ya no sería la misma al saber que en ese país enorme, aspiraban a la ilusión de armonizar y construir una sociedad nacional de "comunitarios", de ciudadanos (y lejos de su Venezuela, en su corazón, cree que nunca fue tan ciudadano como cuando vivió allí y sufre la confusión de imaginar un país que se desciudadaniza agresivamente mientras él vive en un amplio occidente europeo del cual se siente muy extraño ciudadano). En su Puerto Cabras natal eran muchos menos y su comunidad no se integraba mucho, aunque él dice que toda la diferencia podía resumirse en los que comían potaje y los que no. En realidad las etiquetas eran otras muchas.

El político que intenta superar el espacio de relaciones de intensa cercanía y familiaridad, asume liderazgo para promover cierto tránsito entre estructuras de poder, así como cierta redistribución de los productos de la actual estructura de poder. Pero su liderazgo se construye a partir de explicaciones, del intercambio de explicaciones con los que son ciudadanos y con aquellos que, aún siéndolos formalmente, aún no se re-conocen como parte de esa comunidad, para integrarlos y que contribuyan a unificar y simplificar criterios de identificación comunitaria, que es lo más retante en el ejercicio político de una comunidad amplia, una gran ciudad o un país.

En el espectro de relaciones surgidas al amparo del desarrollo occidental reciente, este reconocimiento integrador supone reconstruir muchas explicaciones surgidas al amparo de un racionalismo avasallador y facilitar al ciudadano, o al candidato a ciudadano, el tránsito reexplicativo para su propio reconocimiento. Los "ganchos" de este esfuerzo discursivo para el líder político podrían estar a la mano o muy lejanos, dependiendo de su propia flexibilidad, profundidad y habilidad para encontrar los "caminos" y entrenarse para este esfuerzo de orientación.

La posmodernidad es especialmente retante para el político que supera la barrera de la comunidad cercana. Las nuevas generaciones no hacen del mismo modo las distinciones que les hacen pertenecer o no pertenecer a algún grupo. La izquierda y derecha pierde sentido en los hijos recientes del mundo desarrollado. Las diferencias son "diferentes", surgen por otros motivos. Identificarlos y promover nuevos lazos y relaciones de articulación pueden ser claves para contribuir a la creación de ciudadanía política con menos desconfianza y descreimiento.

Los políticos que aspiran a esta representación súper comunitaria y no logran armar un conjunto de reexplicaciones plausible para el esfuerzo de integración de sus representados, podrían incluso ser muy exitosos a pesar de ello. Se convierten en miembros de una casta global de gestores sistémicos que sólo vagamente recuerdan la diferencia entre explicar sus políticas a los ciudadanos que se ven impactados por sus decisiones y la explicación que le hacían a sus amigos del colegio sobre cualquier aspecto ¿trivial? de sus vidas en construcción.

Y en estos tiempos de rápidas transiciones, la diferencia con el político que sepa hacer los "caminos" puede ser poco evidente, puede quedar sólo como un reconocimiento en el "alma" del nuevo pueblo elaborado, de las miles de lianas enmarañadas con diferentes composiciones y orígenes para acercanos un día a la comunidad de la Tierra sin dejar de ser primates territoriales, juguetones y, muchas veces, un poco violentos.